Desde esta pequeña aportación, queremos dar la bienvenida a todas aquellas personas que, de una fora u otra, han sentido la curiosidad de acercarse al recurso del acogimiento familiar.
Como podréis comprobar, a través de nuestra invitación a sumergiros en este desconocido «mundo», el acogimiento familiar es un recurso altruista, voluntario y temporal de protección en el que se concede la oportunidad a niños, niñas y adolescentes en situaciones de desamparo (múltiples y diversas, según los casos) y que no pueden o no deben seguir conviviendo con su familia biológica, de desarrollarse como individuos en un entorno familiar seguro y estable que garantice su correcto desarrollo como personas.
Hace ya 20 años, que son los que ya casi llevamos conectados al acogimiento familiar, nos sucedía lo que seguramente os suceda a una gran mayoría de vosotros. No teníamos ni idea de lo que era, no sabíamos nada de cómo funcionaba y, lo más importante, cada día crecía más la inquietud por devolver a la sociedad lo que de una forma u otra habíamos recibido en nuestras afortunadas vidas.
Y entendámonos, el concepto de fortuna puede ser algo muy subjetivo, pero el deseo de poder ayudar y colaborar de alguna manera con los que más lo necesitan, no da pie a demasiadas interpretaciones, y fue cuando después de planteárnoslo así, decidimos buscar una manera de poder hacerlo que fuera accesible para nosotros, sin intermediarios. Es decir, con ayuda directa sobre los afectados y sobre todos los que de una forma u otra son los miembros más débiles y vulnerables de toda sociedad y lo que consideramos el pilar fundamental de la sociedad del futuro, nuestros menores.
A partir de aquí, fue cuando a través de los Servicios Sociales de nuestro municipio, nos informamos de la existencia de este tipo de recurso y solicitando pertenecer al grupo de familias acogedoras de nuestra comunidad autónoma pasamos por una serie de filtros que garantizaron nuestra aptitud y capacitación para desarrollar esta actividad.
En nuestro caso particular, no tuvimos que esperar mucho tiempo para que llegaran las primeras llamadas de la administración para comenzar a ejercer como familia de acogida. Más adelante con el tiempo fuimos dándonos cuenta, que no siempre las cosas se realizan con tanta premura y, a veces, hay personas las cuales una vez recibida la idoneidad, tardan mucho tiempo en acceder al recurso y esa es una de las demandas que desde nuestra entidad hacemos a las distintas administraciones.
Dada nuestra particular situación familiar en la que no contábamos con ningún tipo de apoyo externo (padres, hermanos, etc.), nos surgió de forma temprana la necesidad de poder compartir nuestras experiencias como familia de acogida, distanciándonos del orden institucional, en busca tanto de apoyo como de pertenencia a un grupo que en definitiva pasaba por los mismos avatares y bondades por los que comenzábamos a pasar en nuestro camino. Permitidnos que no recordemos como recalamos en la Asociación de Voluntarios de Acogimiento Familiar (AVAF) en la Comunidad Valenciana, la que viene siendo nuestra asociación desde hace ya muchos años. Os puedo asegurar que si con la decisión de formalizar nuestro primer acogimiento hubo un antes y un después en nuestras vidas, siendo socios de AVAF hubo un antes y un después en el acogimiento, ya que desde ella hemos recibido nuestro particular acogimiento en una gran familia dispuesta a ofrecer el apoyo necesario y desinteresado tanto a familias acogedoras en todas sus modalidades, como a niños, niñas y adolescentes que se encuentran integrados en estas familias, aportando así mismo soluciones a los fallos del sistema y del entramado social en particular vinculado con este tipo de recurso y abogando por una apuesta de mejora continua en el mismo.
Es bastante complicado resumir los casi 20 años de acogimientos con todas las emociones, positivas en muchos casos y no tanto en otros, y todas las experiencias vividas. No siempre en un camino de rosas y con algún que otro bache, pero os podemos asegurar que han sido unos años intensos y con una satisfacción personal que supera el gran esfuerzo que supone el aventurarse a acoger, pero nada comparado con echar la vista atrás y comprobar que estos actos de solidaridad directa de 24 horas diarias durante 365 días han servido y siguen sirviendo para formar a unas maravillosas personas:
“Nuestros niños, niñas y adolescentes”.